martes, 8 de diciembre de 2009

La Inmaculada Concepción de la Virgen.


El dogma de la Inmaculada Concepción es un artículo de fe del Catolicismo que sostiene la creencia en que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, es decir, de su ser personal, estuvo libre de todo pecado.

A la Virgen María, que ya había sido proclamada como Madre de Dios y como Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, le faltaba todavía que le fuera engarzada en su corona refulgente, esta perla preciosísima de su concepción inmaculada.
Así lo defendían durante siglos tantos y tantos fervorosos santos y profundos teólogos. Pero la cosa no estaba clara del todo, ya que había que salvar los dogmas de la universalidad del pecado como hijos de Adán, y, sobre todo, la universalidad de la salvación realizada por Jesucristo.
Santos tan enamorados de María como San Alberto Magno, San Bernardo, Sto. Tomás de Aquino recurrían a argumentos teológicos que defendían que, aunque hubiera sido unos instantes, o de forma ininteligible para la mente humana, era necesario que la Virgen hubiera estado algún tiempo bajo el dominio de la serpiente infernal. No lo vió así Duns Scoto, Juan Bacon y otros autores también famosos, ya que defendían que había dos clases de redención: la que redime de algo caido y la que preserva para impedir que se caiga. De esta segunda forma había sido redimida, es decir, de modo mucho más sublime, la Virgen María porque estaba designada para ser la Madre del Redentor. En vistas a ello fue "preservada de toda mancha de pecado antes de ser concebida en el seno de su madre".
Esta verdad llegará a ser dogma definido, aunque ya hacía siglos que era verdad profesada por la mayor parte de la Cristiandad, el día 8 de diciembre de 1854, por la bula "INEFFABILIS DEUS" del Papa Pío IX. Este mismo Papa dijo en aquella ocasión: "la Virgen fue toda pura, toda sin mancha y como el ideal de toda pureza y hermosura; más hermosa que la hermosura, más bella que la belleza, más santa que la santidad y sola santa, y purísima en cuerpo y alma, la cual superó toda integridad y virginidad".
En la bula definió: "la doctrina que afirma que la Virgen, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado de origen por una singularísima gracia y privilegio de la Omnipotencia Divina y en atención a los méritos del Redentor del género humano, es doctrina revelada y ha de ser así creída por los cristianos".
Cantaban nuestros clásicos: "pudo, quiso, luego lo hizo". Que el "Ave María Purísima" sea el grito que brote desde lo más profundo de nuestros corazones hacia nuestra Madre Santísima, en esta fiesta tan especial de nuestra Iglesia.

Especial relevancia alcanza esta advocación en España, nación consagrada a la Inmaculada Concepción y en la que se la tiene por patrona y protectora desde 1761, siendo el 8 de diciembre fiesta de carácter nacional. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.

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